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jueves, 24 de agosto de 2017

Crearon una nanopartícula que activa células contra el cáncer

En un estudio publicado recientemente en la revista Nature Nanotechnology el equipo observó una reducción de 70 % a 80 % en el tamaño de los tumores en ratones a los que se les inyectó la nanopartícula. Lo más importante fue que los ratones tratados mostraron resistencia a la futura recurrencia del tumor, incluso después de exponerlos a células cancerosas un mes más tarde.Los resultados muestran que la nanopartícula provocó potentes respuestas inmunológicas contra el tumor del cáncer de mama HER2 positivo, que crece agresivamente y se disemina más rápido que otros tumores, según eltiempo."En este estudio prototipo, fue asombroso descubrir que los animales tratados con estas nanopartículas mostraron un efecto duradero contra el cáncer", comentó la doctora Betty Kim, investigadora principal del estudio, neurocirujana y neurocientífica especializada en tumores cerebrales de la sede de la Clínica Mayo en Florida.Expuso que a diferencia de las inmunoterapias anticancerígenas existentes que apuntan solo hacia una parte del sistema inmunitario, "este nanomaterial creado a medida se involucró activamente con todo el sistema para eliminar a las células cancerosas, lo que dio pie a que el cuerpo cree su propio sistema de recordación para minimizar la recurrencia"."Estas nanomedicinas pueden ampliarse para atacar diferentes tipos de cáncer y otras enfermedades de los humanos, incluidos trastornos neurodegenerativos y neurovasculares", amplió.
¿Cómo actúa?
La nanopartícula está recubierta de anticuerpos que apuntan contra el receptor del HER2, molécula común que se encuentra en 40 % del cáncer de mama.Las moléculas adheridas a la nanopartícula aceleran a las células encargadas de la limpieza del cuerpo, conocidas como macrófagos y fagocitos, pertenecientes al sistema inmunitario. El diseño de la nanopartícula provoca la presencia de un gran número de estas células que se deshacen de las células cancerosas.Luego, estas células de limpieza pueden informar sobre las células cancerosas a las altamente especializadas células T del sistema inmunitario a fin de que ayuden a erradicar a las células cancerosas restantes, y simultáneamente mantienen el recuerdo de esas células para evitar la recurrencia del cáncer.El establecimiento de un recuerdo de lucha contra la enfermedad en las células es lo que hace a la nanopartícula similar a una vacuna contra el cáncer, indicó el comunicado."Desarrollamos una nueva plataforma que alcanza a las células tumorales y al mismo tiempo recluta abundantes células de limpieza para obtener una potente respuesta inmunitaria", explicó la doctora Kim.https://www.rosario3.com/noticias/Crearon-una-nanoparticula-que-activa-celulas-contra-el-cancer-20170823-0060.html

martes, 22 de agosto de 2017

La Argentina sobremedicada

"Pastillas, la última esperanza negra: podés pedirle pastillas a tu suegra". Andrés Calamaro no fue metafórico en "Clonazepán y circo", aquella oda sobre una sociedad empastillada y decadente. Todo lo contrario: ¿o acaso no es cierto que ante cualquier dolencia se recurre con rapidez al pastillero de un familiar, amigo o amiga, compañero o compañera de trabajo antes que a una consulta médica? ¿O acaso no es común que cuando alguien acusa alguna dolencia, sea el lugar en el que esté, enseguida le llueven recomendaciones y ofrecimientos directos sobre qué pastilla tomar? ¿Tampoco es cierto que cuando se visita a un doctor ya se llega con el supuesto conocimiento del remedio necesitado y se le exige, con toda urgencia, una receta para poder comprarlo? Vivimos en una sociedad sobremedicada, dicen los que saben. El diagnóstico de los especialistas está fundado no solo en los números que arroja el mercado farmacéutico, sino en la percepción cotidiana que surge del contacto con pacientes altamente influenciados por incursiones publicitarias que nos enseñan, entre otras cosas, que podemos comer y tomar salvajemente y luego recurrir a un protector gástrico, prevenir infartos con una pastillita, curar contracturas musculares en forma instantánea y eliminar ese dolor que nos tortura como un martillo neumático la cabeza. Analgésicos, antiácidos, descongestivos nasales, antibióticos y psicofármacos forman parte de un cóctel al que se accede de manera cotidiana, muchas veces sin receta, sin control y, peligrosamente, sin información sobre los efectos secundarios y adversos que muchas de esas drogan conllevan. Un estudio del Hospital de Clínicas indica que tres de cada cuatro personas se automedican. Que el 75% de la población acuda a medicamentos sin prescripción no solo significa un gran negocio para la industria, que en 2016 vendió más de 700 millones de pastillas y facturó más de $9.000 millones, sino también un riesgo concreto para la salud: casi 22.000 personas mueren por año por el mal uso de las drogas que se autorrecetan, según revela un estudio del Instituto de Estudios sobre Políticas de Salud (IEPS). Cada argentino consume por año 17,5 medicamentos, tanto a través de recetas como de remedios de venta libre, que representan el 25% del mercado y el 10% de la facturación total. Son casi 200 millones de comprimidos que se llevan al bolsillo del caballero y a la cartera de la dama sin ningún tipo de seguimiento, ni mucho menos conocimiento sobre los riesgos de combinarlos con otras drogas, que incluso podrían desencadenar problemas más graves que la dolencia que se pretende atacar. Sin embargo, el dato más alarmante, resalta Noelia Pontello, neuróloga de la Fundación Favaloro y del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), es que el 60% de quienes consumen psicofármacos lo hace sin receta. Este dato quizás explique, en parte, que la dispensa de antiepilépticos (con el clonazepam a la cabeza) haya aumentado un 128% en 10 años. Y, como todo tiene que ver con todo, la venta de antidepresivos subió, en el mismo período, un 105%. 
En el país, tres de cada cuatro personas se automedican. Solo en 2016 se vendieron más de 700 millones de pastillas, con los psicofármacos en sostenido ascenso. Entre el negocio de los laboratorios y la laxitud de algunos profesionales, por qué cada vez necesitamos más químicos para vivir.
Por eso, tampoco llamó tanto la atención de la academia cuando el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos reveló un crecimiento exponencial del consumo de píldoras para dormir, con las benzodiazepinas e hipnóticos como vedettes, también en los últimos años. Con todo ese combo en el pastillero, una píldora más por año por argentino (a razón de 42 millones de pastillas dispensadas anualmente) ingresa en el parámetro siempre discutible de la normalidad. Para Carlos Damin, jefe de cátedra de Toxicología de la UBA y director de la División de Toxicología del Hospital Fernández, nada de todo esto es sorprendente. "En la Argentina prevalece una alta medicalización, que combina una prescripción desmedida por parte de los médicos y una automedicación muy preocupante", dice. Desde 2011, en el Fernández llevan una estadística sobre los casos de personas que llegan con un cuadro de intoxicación. Siempre arrojó el mismo resultado: primero, alcohol; segundo, medicamentos. Damin ensaya una explicación: "Hay un sí fácil de los médicos, los farmacéuticos muchas veces venden sin receta (que para muchos medicamentos está archivada), y la gente pide y convida muchas de estas drogas con facilidad. En todos los estudios disponibles, la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores lideran el ranking de consumo de medicamentos, sobre todo de tranquilizantes. Ahí donde la vida y sus tensiones se elevan hasta el colapso, donde el ritmo frenético y desembozadamente agresivo se vuelve cultura, la pastilla está siempre a mano como un bálsamo de composición química. Y lo que entra por la boca suele irse por el inodoro: un estudio de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata encontró en el 100% de los efluentes cloacales la presencia de productos farmacéuticos. Los compuestos que encontraron los científicos fueron: cafeína, ibuprofeno, carbamazepina (ansiolítico), atenolol (para enfermedades cardiovasculares) y diclofenac. Dice el estudio que los "resultados fueron los esperados teniendo en cuenta la información aportada por las farmacias privadas y hospitalarias respecto de los volúmenes de comercialización locales". El pastillero negro Ahora bien, hasta aquí las consecuencias estadísticas y económicas (grandiosas para algunos, perniciosas para otros) de la cuestión. ¿Cuáles son los riesgos de este cóctel vendido con carita de emoticón feliz pero que esconde su cara más oscura en los prospectos escritos en miniatura? Pontello hace mucho hincapié en los psicofármacos, que generan una dependencia atroz y afectaciones a nivel cognitivo y fisiológico. La Administra­ción de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA por su sigla en inglés) habla de "cajas negras" en relación con este tipo de drogas y recomienda revisar la prescripción cada cuatro, ocho y 12 semanas, algo que muy rara vez sucede. "Hay riesgo de muerte súbita, suicidio, depresión prolongada -dice Pontello-. Al no revisar el tratamiento, muchas veces pasa que el médico prescribió, por ejemplo, un clonazepam hace cinco años y la persona lo sigue tomando sin ningún tipo de control". En el pastillero loco de la vida occidentalizada, las píldoras para dormir son un infaltable. Estas drogas tienen un efecto inmediato -ayudan, ni más ni menos, a conciliar el preciado sueño-, pero a la vez pueden producir una adicción escalonada siempre hacia un mayor consumo. Así lo explica Claudio Ucchino, director general del Colegio de Farmacéuticos y Bioquímicos: "Al producir acostumbramiento, hay que aumentar la dosis para generar el mismo efecto, es decir, dormir". Damin apunta que, en un mundo ideal, el tratamiento con benzodiazepinas e hipnóticos no debería durar más de tres meses, pero, lamentablemente, la gente suele continuar los tratamientos por años y años. "Este tipo de medicamentos producen alteraciones neurocognitivas, pérdida de memoria, dificultades de aprendizaje: son dañinos para la salud", señala. La afectación fisiológica es la más evidente: se convierte en antinatural una necesidad natural como dormir y se empieza a depender de un fármaco para poder cerrar los ojos y descansar. A diferencia de lo que se cree desde el sentido común, los medicamentos de venta libre quizá sean, a su manera, los más peligrosos porque la percepción del riesgo -al conseguirse con mayor facilidad- está totalmente ausente. "La ingesta de estas drogas elevan la posibilidad de in­toxicaciones y puede provocar, en algunos casos, la muerte", dice Uc­chino. ¿De qué estamos hablando entonces? "Un anties­pasmódico, por ejemplo, la Busca­pina, puede enmascarar un cuadro de apendicitis y derivar en una pe­ritonitis con riesgo de muerte. O la aspirina, que licúa la sangre y au­menta la hemorragia cerebral en quienes estén sufriendo un ACV". La FDA, de hecho, afir­ma que las aspirinas pueden provo­car "sangrado en el estómago y en el cerebro". La misma entidad norteamericana recomendó a los médicos que dejaran de recetar fármacos que contengan más de 325 mg de paracetamol por com­primido porque pueden dañar el hígado. Damin advierte sobre el consumo de aquellos medicamentos que se combinan y se venden como compuestos antigripales, que en muchos casos poseen sustancias peligrosas como la seudoefedrina. Esta sustancia, agrega, eleva la presión arterial y puede generar problemas insospechados en personas que no saben (de hecho, el 40% no lo sabe) que son hipertensas. Por último, el ibuprofeno, quizá la más difundida de las drogas de venta libre, se expende en comprimidos de hasta 600 mg, pero se exi­ge receta para dosis más elevadas. Los especialistas aseguran que muchas personas eluden el control tomando dos píldoras de 400 mg para acelerar los efectos. El exce­so de ibuprofeno y su uso prolon­gado puede provocar daños gás­tricos, hepáticos y renales. Estas malas conductas fueron estudiadas por la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), que corroboró, en una encuesta realizada en las ciudades de Buenos Aires y Córdoba, que el 55% toma medicamentos de venta libre sin averiguar el riesgo de las interacciones con otros remedios. La contundencia de los resultados desnuda la complejidad del problema: el 82% no hace ninguna consulta a la hora de consumir remedios de venta libre y un 18% acude a cualquier droga sin recurrir a un profesional: simplemente, lo hacen por recomendación de un familiar. Apenas el 37% tiene una receta. Pontello asegura que esta situación ocasiona un empobrecimiento del sistema de salud: "Si un paciente está con ocho medicaciones cuando podría estar con cuatro, genera un gasto importante tanto para los pacientes como para los efectores de salud". Además, sucede que muchas medicaciones se terminan prescribiendo para tratar efectos adversos de otras. La Fundación Conamed calculó que por cada peso gastado en medicamentos, se destinan otros 10 para neutralizar los efectos colaterales posteriores, a causa de una medicación errónea o de su consumo excesivo. "Tenemos una preocupante cultura de autoconsumo y consu­mo sin control profesional. Contrariamente a lo que difunden las publicidades, los medicamentos de venta libre no son inocuos, sino que tienen efectos adversos, ade­más de que interactúan con otros fármacos que la persona pudiera estar tomando", advierte la COFA. 
Lo recomiendan en la tele 
El señalamiento al mundo publicitario no es aleatorio. Una de las ra­zones de esa conducta es la ex­posición constante a campa­ñas publicitarias, muchas veces con mensajes engañosos que solo muestran los beneficios y no ofrecen ninguna información so­bre los riesgos o contraindicacio­nes. Damin sube la apuesta y pide que directamente se prohíban las publicidades de medicamentos: "La publicidad que tenemos es nociva porque no informa. Te ponen a modelos, actores y actrices, para decirte lo buena que es la vida y lo bomba que la podés pasar si te tomás una aspirina. Está mal. No es un bien de consumo, es un bien social". Si bien el mercado farmacéutico está regulado por la Ley 26.567, que autoriza la dispensa de medicamentos solo en las farmacias, el cumplimento -sabemos todos- es muy flaco. Algunas de estas pastillas se encuentran en kioscos y supermercados. Incluso está en discusión el modelo de farmacia que ha proliferado en las ciudades más populosas y que son una suerte de shopping donde lo que importa es el estímulo al consumo. En la Ciudad de Buenos Aires, donde el lobby de la Cámara de Medicamentos de Venta Libre tiene mayor injerencia, hubo distintas iniciativas para autorizar las farmacias góndola y el delivery de pastillas que, finalmente, tras debates intensos y medidas judiciales, no prosperaron. Dice Pontello que la apuesta de confundir la venta de otros artículos de consumo masivo con los medicamentos es parte del problema porque estimula la automedicación. "Que estén al alcance de la mano genera en quien los compra la falsa idea de que no pueden hacer ningún daño", asegura. Como indica Damin, los medicamentos no son bienes de con­sumo, "entonces no pueden estar en un su­permercado o en farmacias que parezcan supermercados. No puede haber góndolas y tampoco pueden vender golosinas porque entiendo que los kiosqueros se enojen. Un medicamento no es una golosina". La pregunta que sobrevuela es por qué sucede esto; por qué los argentinos, subsumidos en una cultura cada vez más frenética, recaemos en la ayuda farmacológica para superar los dolores de la vida. Una de las respuestas es que el ritmo avasallante de las ciudades posmodernas, el estrés cotidiano relacionado con las demandas laborales, los malos hábitos alimenticios, el consumo de alcohol en cantidades y los trastornos de ansiedad se combinan fatídicamente con un "sí" fácil de los médicos, que prescriben a mansalva estas píldoras. "Los pacientes esperan una solución para todo ya (una píldora mágica que cure todo, incluso «el dolor de vivir»). El buen médico ejerce con dos éticas: la de la ignorancia (compartir los límites) y la de la negativa, decir amablemente «no», con ciencia, con simpatía, con firmeza, tanto a pacientes como a colegas y superiores", dice el español Juan Gérvas, doctor en Medicina, investigador y docente, conocido por sus críticas a la industria de la medicina, a la que acusa de abusar del diagnóstico precoz para favorecer a las farmacéuticas. Para Gérvas, la población y los pacientes no son ajenos ("inocentes") respecto de esta medicina "descontrolada, soberbia y sin límites". Los pacientes y la población quieren todo, aquí y ahora. "Por ejemplo -continúa el médico español-, se aspira a la juventud eterna y se rechaza el envejecimiento y la muerte, y para conseguir tal imposible la población y los pacientes se someten y exigen una medicina omnipotente. No hay una píldora para cada problema e inconveniente de la vida". En ese marco, el médico siente la presión de tener que prescribir algo porque la gente llega con una demanda inmediata y quiere una solución rápida a la dolencia que no le permite seguir con la vida alocada que lleva día a día. "Y también uno como médico no sabe darles jerarquía a las prescripciones no farmacológicas: hacer dieta, psicoterapia, ejercicio. El médico debe empezar a prescribir eso", apunta Pontello. La neuróloga de la Fundación Favaloro quizá da en el clavo. Se tratan los síntomas y no las causas: es más fácil tomar un antidepresivo que indagar el porqué, ir en búsqueda de aquello que nos deposita en el malestar constante. Es más sencillo "borrar" el dolor en el cuello con un antiinflamatorio que corregir la postura corporal o empezar a hacer ejercicios que nos fortalezcan la espalda. Y, claro, es más fácil comer mal que bien. Sin embargo, como bien indicaron todos los especialistas hasta aquí citados, no existe la magia. Ninguna pastilla borrará el dolor. Solo mejoraremos con un cambio de hábito: comer más liviano, tomar menos alcohol, trabajar con técnicas de relajación naturales, hacer deporte, evitar conductas disruptivas como el uso del celular en la cama. Y no automedicarse. Dice Damin: "No es necesario ir al gimnasio, hay que caminar, vivir mejor es mucho más fácil de lo que uno cree". La desmitificación de la incidencia de los medicamentos en nuestra salud no está relacionada con la necesaria existencia de remedios que nos ayuden en casos que sí los requieran. Ni dioses ni diablos. Entender que las pastillas de la suegra, la esperanza negra cantada por Calamaro, son un camino hacia una dependencia aborrecible desde cualquier ángulo. Ninguna verdad se esconde detrás de ese parnaso narcotizado. Solo el negocio, la mentira y la decadencia. http://www.conexionbrando.com/2055048-la-argentina-sobremedicada

jueves, 3 de agosto de 2017

La esponja de cocina, un nuevo enemigo: tiene tantas bacterias como un inodoro

Un sólo centímetro cúbico de una esponja de cocina puede albergar hasta 50.000 millones de patógenos, más de los que se encuentran en la taza del inodoro, según concluyeron Científicos de la Universidad alemana de Furtwangen.Los científicos llegaron a esta conclusión tras lograr secuenciar el ADN de las bacterias de 14 esponjas de cocina usadas. Los resultados de esta investigación, que acaba de ser publicada en Scientific Reports,  confirman que estas esponjas contienen cantidades enormes de bacterias.De hecho, un sólo centímetro cúbico puede albergar una población de 50 mil millones de bacterias, una cifra que equivaldría siete veces la población de la Tierra. Esta investigación confirma que la esponja es el objeto doméstico que más densidad bacteriana alberga, por encima incluso del número de patógenos que podemos encontrar en la taza del inodoro  y en una cifra similar a las que se hallan en las heces fecales, que pueden llegar a superar esta número.
Entre las bacterias que encontraron está la Moraxella osloensis, que puede causar infecciones en personas con un sistema inmunológico débil.  Esa misma bacteria es la responsable del mal olor en la ropa sucia y podría – a su vez-  explicar el aroma desagradable de las esponjas de cocina usadas una y otra vez.A su vez,  los biólogos de la universidad confirmaron que lavar las esponjas con lavandina o someterlas a baños con agua hirviendo o en el lavavajillas, no sólo no sirve para nada sino que además provoca que las bacterias proliferen con mayor virulencia que en las esponjas que nunca fueron limpiadas."Los resultados demuestran que las esponjas desinfectadas regularmente contienen más bacterias que las limpias", subrayan los expertos. Una posible explicación a esta reacción es que las bacterias más perjudiciales son también más resistentes y rápidamente re colonizan las áreas abandonadas por otros microbios más susceptibles a los detergentes. "Es algo similar a lo que sucede en nuestro intestino después de un tratamiento con antibióticos", afirmaron.Ante este panorama, algunos expertos recomiendan lavar las esponjas con una solución de lavandina. Philip Tierno, profesor del departamento de Microbiología y Patología del Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York y autor del libro "La vida secreta de los gérmenes", advierte que si no limpiamos adecuadamente las esponjas simplemente cubrimos los platos al lavarlos con una "capa de gérmenes".La mejor opción, según señaló Tierno a medios en Estados Unidos, es preparar una solución mezclando nueve partes de agua y una de lavandina. Siempre usando guantes, se debe verter la mezcla sobre la esponja y dejarla en esta solución entre 10 y 30 segundos.Tierno sugiere guardar un recipiente con la mezcla y tenerlo a mano para limpiar la esponja luego de cada uso. Tras sumergir la esponja durante el tiempo adecuado en la mezcla, hay que  apretarla para escurrir el líquido y dejarla secar.Si lavar la esponja con lavandina luego de cada uso parece algo engorroso, los investigadores de Alemania tienen otra solución mucho más simple. Los métodos más comunes para limpiar esponjas, como lavarlas con detergente, "no parecen ser suficientes para reducir la carga de bacterias", señala el estudio. Es por eso que recomiendan reemplazarlas con frecuencia, por ejemplo, “cada semana".http://www.docsalud.com/articulo/8187/la-esponja-de-cocina-un-nuevo-enemigo-tiene-tantas-bacterias-como-un-inodoro