En las bebidas, eligen más gaseosas e infusiones dulces, en lugar de agua o infusiones sin azúcar. El último tercio practica un snacking mixto (mayormente, los chicos de entre 3 y 11 años). Una dieta rica en grasas, azúcares y sodio aumenta el riesgo de sufrir trastornos como obesidad, colesterol e hiperglucemia. “El snackeo puede disminuir la calidad de la dieta, pero también es oportunidad para mejorarla a partir del consumo de frutas, lácteos y otros alimentos de buena calidad nutricional”, señala el pediatra Esteban Carmuega, director del CESNI. En promedio, los alimentos que se consumen en el snackeo son infusiones con azúcar (19%), frutas (17%), panificados y galletitas (14%), bebidas e infusiones sin azúcar (13%), yogur (9%) y azúcares, dulces, golosinas y postres (9%). En conjunto, alrededor de la mitad de los alimentos que se ingieren en la llamada “quinta comida” son pobres en calidad nutricional (46%), pero la otra mitad se compone de frutas, lácteos y cereales, calificados como alimentos saludables, siempre que no se consuman en exceso. Las personas que tienen un patrón de snackeo menos saludable ingieren en esa quinta comida el doble de calorías, tres veces más cantidad de grasas totales, saturadas, azúcares libres y sodio, y menos de la mitad de vitaminas, que quienes snackean en forma saludable.Consultado por Clarín, el nutricionista de la UBA Sergio Brito explicó: “Es bueno incorporar el hábito de leer la información nutricional en etiquetas. Lo ideal es que una porción de snacking no supere las 100 calorías”. Hay que evitar alimentos industrializados como papas saladas, galletitas dulces o saladas –se pueden reemplazar por galletitas integrales– y golosinas, como los alfajores.http://www.clarin.com/sociedad/snackeo-alimentacion_0_1357664291.html
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viernes, 15 de mayo de 2015
El “snackeo” crece y ya se lo considera como una quinta comida
El ritmo de vida urbano y el comer apurado, de rato a rato, generó el nacimiento de la “quinta comida” del día. Así lo determinó una encuesta que se realizó entre 1.363 personas de grandes centros urbanos del país. El trabajo, del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil Dr. Alejandro O’Donell (CESNI), precisó que el 80% de los encuestados además de desayuno, almuerzo, merienda y cena, realizan “snacking”. ¿De que se trata? De cualquier alimento ingerido entre las hasta ahora comidas tradicionales, más allá de que se trate de alimentos de copetín o frutas. El fenómeno se da también entre los más chicos. Los tiempos y las actividades extraescolares aumentaron en las últimas décadas. Al mismo tiempo, la industria de alimentos desarrolló propuestas en porciones pequeñas para que se puedan consumir individualmente, incluso en la calle. Esos factores incidieron en la aparición de la “quinta comida”.La investigación concluyó que se trata de un patrón estable que se realiza a lo largo de toda la semana y que lo practica el 80% de la población de los centros urbanos, independientemente de su edad. Puede ocurrir a media mañana o a media tarde y en la mayoría de los casos fuera del hogar. ¿El alimento elegido? Según el caso, una manzana, un yogur o un poco recomendable paquete de palitos. El snack representa entre el 5 y 12% de la energía diaria, según la dieta de cada persona. Pero tiene una incidencia mayor en la alimentación diaria de los chicos que en la de los adultos. Mientras su aporte nutricional es bajo, representa el 9% de las grasas saturadas y el 23% de los azúcares agregados que se ingieren. La nutricionista María Elisa Zapata, investigadora adjuna del CESNI, señala que esta nueva comida “no tiene por qué asociarse con obesidad o con un hábito negativo. Biológicamente tenemos un estómago pequeño, por lo que está en la naturaleza humana la necesidad de comer varias veces al día”.La preocupación pasa por otro aspecto. Según el estudio, sólo un tercio de la población elige para “snackear” alimentos saludables. Otro tercio come los considerados poco saludables (en este segmento, prevalecen los adolescentes y adultos).

En las bebidas, eligen más gaseosas e infusiones dulces, en lugar de agua o infusiones sin azúcar. El último tercio practica un snacking mixto (mayormente, los chicos de entre 3 y 11 años). Una dieta rica en grasas, azúcares y sodio aumenta el riesgo de sufrir trastornos como obesidad, colesterol e hiperglucemia. “El snackeo puede disminuir la calidad de la dieta, pero también es oportunidad para mejorarla a partir del consumo de frutas, lácteos y otros alimentos de buena calidad nutricional”, señala el pediatra Esteban Carmuega, director del CESNI. En promedio, los alimentos que se consumen en el snackeo son infusiones con azúcar (19%), frutas (17%), panificados y galletitas (14%), bebidas e infusiones sin azúcar (13%), yogur (9%) y azúcares, dulces, golosinas y postres (9%). En conjunto, alrededor de la mitad de los alimentos que se ingieren en la llamada “quinta comida” son pobres en calidad nutricional (46%), pero la otra mitad se compone de frutas, lácteos y cereales, calificados como alimentos saludables, siempre que no se consuman en exceso. Las personas que tienen un patrón de snackeo menos saludable ingieren en esa quinta comida el doble de calorías, tres veces más cantidad de grasas totales, saturadas, azúcares libres y sodio, y menos de la mitad de vitaminas, que quienes snackean en forma saludable.Consultado por Clarín, el nutricionista de la UBA Sergio Brito explicó: “Es bueno incorporar el hábito de leer la información nutricional en etiquetas. Lo ideal es que una porción de snacking no supere las 100 calorías”. Hay que evitar alimentos industrializados como papas saladas, galletitas dulces o saladas –se pueden reemplazar por galletitas integrales– y golosinas, como los alfajores.http://www.clarin.com/sociedad/snackeo-alimentacion_0_1357664291.html
En las bebidas, eligen más gaseosas e infusiones dulces, en lugar de agua o infusiones sin azúcar. El último tercio practica un snacking mixto (mayormente, los chicos de entre 3 y 11 años). Una dieta rica en grasas, azúcares y sodio aumenta el riesgo de sufrir trastornos como obesidad, colesterol e hiperglucemia. “El snackeo puede disminuir la calidad de la dieta, pero también es oportunidad para mejorarla a partir del consumo de frutas, lácteos y otros alimentos de buena calidad nutricional”, señala el pediatra Esteban Carmuega, director del CESNI. En promedio, los alimentos que se consumen en el snackeo son infusiones con azúcar (19%), frutas (17%), panificados y galletitas (14%), bebidas e infusiones sin azúcar (13%), yogur (9%) y azúcares, dulces, golosinas y postres (9%). En conjunto, alrededor de la mitad de los alimentos que se ingieren en la llamada “quinta comida” son pobres en calidad nutricional (46%), pero la otra mitad se compone de frutas, lácteos y cereales, calificados como alimentos saludables, siempre que no se consuman en exceso. Las personas que tienen un patrón de snackeo menos saludable ingieren en esa quinta comida el doble de calorías, tres veces más cantidad de grasas totales, saturadas, azúcares libres y sodio, y menos de la mitad de vitaminas, que quienes snackean en forma saludable.Consultado por Clarín, el nutricionista de la UBA Sergio Brito explicó: “Es bueno incorporar el hábito de leer la información nutricional en etiquetas. Lo ideal es que una porción de snacking no supere las 100 calorías”. Hay que evitar alimentos industrializados como papas saladas, galletitas dulces o saladas –se pueden reemplazar por galletitas integrales– y golosinas, como los alfajores.http://www.clarin.com/sociedad/snackeo-alimentacion_0_1357664291.html
viernes, 14 de junio de 2013
Por qué el estrés crónico engorda?
Existen quienes dicen que los nervios hacen adelgazar, pero también están los
que aseguran que hecho de estar alterado engorda. Según la ciencia, ambas
respuestas son correctas, aunque todo depende del tipo de estrés que se
tenga. El llamado “estrés agudo” es el que es provocado por un
hecho abrupto acotado en el tiempo (como por ejemplo una desgracia familiar) y
al presentarse genera pérdida de apetito. Mientras que el
“crónico” es aquel que se produce en forma constante gracias a
las presiones de la vida diaria. Según la Asociación Americana de
Psicología, “desgasta a las personas día tras día, año tras
año” y “destruye al cuerpo, la mente y la vida” A este estado pueden producirlo la mala situación
económica, las familias disfuncionales, un matrimonio infeliz o un empleo que se
detesta. De acuerdo con la entidad norteamericana surge “cuando la
persona no ve salida a una situación deprimente” y por lo tanto “abandona la
búsqueda de soluciones”. Cuando la satisfacción no se halla una posible mejora, se
buscan recompensas inmediatas a través de la comida, lo que aumenta el
riesgo de sobrepeso y obesidad. Esto incrementa las chances de sufrir
síndrome metabólico, un cuadro que abarca un conjunto de enfermedades
que van desde la diabetes hasta la hipertensión arterial y la
hipercolesterolemia. Según explicó la doctora Rosa Labanca, médica nutricionista
y directora del Centro de Docencia, Asistencia e Investigación de la Sociedad
Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (SAOTA), explicó que en tiempos
de estrés “se come con más frecuencia y se aumenta la ingesta de
alimentos palatables, es decir aquellos que son agradables al paladar y
altamente adictivos”.
Esto ocurre porque con el nerviosismo crónico “se altera el eje hipotalámico, pituitario y adrenal (HPA), lo que hace que se liberen grandes cantidades de cortisol, la hormona del estrés” y se produzcan estos “cambios en el comportamiento alimentario”. En concreto, con el estrés crónico, baja la dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y para subirla transitoriamente “se eligen alimentos engordantes como galletitas y chocolates y se repite la ingesta ni bien el nivel de dopamina baja”, explicó la experta. De hecho, Labanca relató que está demostrado que estos comestibles ricos en carbohidratos, grasas y azúcares “causan el mismo efecto en el cerebro que la cocaína, la nicotina, el alcohol y la actividad sexual”. Entre los estudios que vinculan al estrés con una ingesta mayor de calorías se encuentra una investigación de Lisa Groesz, publicada en la revista Appetite que el 43% de los encuestados empleaba a la comida como una ayuda para bajar los nervios y que las mujeres son más susceptibles a elegir productos dulces y grasosos. A su vez, la investigación indicó que las personas más reactivas al cortisol elevado reportaron una mayor ingesta de snacks.
Estos apoyos se necesitan “para que la persona incorpore pautas de vida saludables, y dado que el disconfort emocional lleva a comer en forma inadecuada, se apunta a promover una actitud positiva ante los desafíos cotidianos, como por ejemplo no decir ‘estoy a dieta’ sino ‘elijo esto para sentirme bien’”, agregó la nutricionista. La clave es llegar a tiempo y evitar la aparición del síndrome metabólico, estrechamente asociado a la grasa abdominal, que es la más peligrosa porque la grasa acumulada en la panza, también llamada “obesidad androide” aumenta el riesgo cardiovascular. Para prevenir este acaparamiento, el nutricionista puede complementar los planes alimentarios vigilados con alternativas farmacológicas orientadas a eliminar los lípidos, o bien suplementos dietarios que reducen la cantidad de grasas en personas físicamente activas. Es que hoy, más que nunca, mantenerse en forma es todo un desafío. De hecho, una investigación publicada en la revista Phisiology and Behavior señaló que el estilo de vida moderno se equipara a un “ambiente obesogénico”, ya que incluye la falta de sueño, alta exigencia, empleos sedentarios a causa de la tecnología y alta oferta de alimentos palatables. A su vez, agregó que pasar varias horas frente a la computadora y mirar televisión inducen a consumir alimentos sin que exista hambre.
Ante este contexto, se producen grandes desafíos tanto para el médico como el paciente, ya que el primero deberá elegir las herramientas precisas para que la persona pueda aprender hábitos saludables más allá de la carrera de obstáculos que se presentan y quien desea bajar de peso tiene que aprender a tener paciencia para elegir los alimentos y no comer lo que se tenga a mano, para realizar caminatas y para también dormir 8 horas diarias, ya que el sueño se relaciona con el equilibrio hormonal.http://www.docsalud.com/articulo/4769/por-qué-el-estrés-crónico-engorda.Por: Celina Abud
Esto ocurre porque con el nerviosismo crónico “se altera el eje hipotalámico, pituitario y adrenal (HPA), lo que hace que se liberen grandes cantidades de cortisol, la hormona del estrés” y se produzcan estos “cambios en el comportamiento alimentario”. En concreto, con el estrés crónico, baja la dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y para subirla transitoriamente “se eligen alimentos engordantes como galletitas y chocolates y se repite la ingesta ni bien el nivel de dopamina baja”, explicó la experta. De hecho, Labanca relató que está demostrado que estos comestibles ricos en carbohidratos, grasas y azúcares “causan el mismo efecto en el cerebro que la cocaína, la nicotina, el alcohol y la actividad sexual”. Entre los estudios que vinculan al estrés con una ingesta mayor de calorías se encuentra una investigación de Lisa Groesz, publicada en la revista Appetite que el 43% de los encuestados empleaba a la comida como una ayuda para bajar los nervios y que las mujeres son más susceptibles a elegir productos dulces y grasosos. A su vez, la investigación indicó que las personas más reactivas al cortisol elevado reportaron una mayor ingesta de snacks.
¿Pero por qué el estrés crónico lleva a comer más? Porque el
cortisol inhibe la actividad de la leptina, una proteína que informa al
hipotálamo que ya se poseen suficientes reservas y que se debe regular el
apetito.
Basados en la premisa de que el cuerpo es una maquinaria perfecta y sus
partes están estrechamente relacionadas, los médicos opinan que la
obesidad asociada al estrés debe ser tratada en forma mutidisciplinaria.
Es decir, un paciente que sufre de nervios no sólo debería visitar a un
nutricionista, sino también adoptar “técnicas cognitivo-conductuales
para manejar la ansiedad, como relajación y actividad física, aunque en
ocasiones también se necesita ayuda del psicólogo o el psiquiatra”,
indicó Labanca.Estos apoyos se necesitan “para que la persona incorpore pautas de vida saludables, y dado que el disconfort emocional lleva a comer en forma inadecuada, se apunta a promover una actitud positiva ante los desafíos cotidianos, como por ejemplo no decir ‘estoy a dieta’ sino ‘elijo esto para sentirme bien’”, agregó la nutricionista. La clave es llegar a tiempo y evitar la aparición del síndrome metabólico, estrechamente asociado a la grasa abdominal, que es la más peligrosa porque la grasa acumulada en la panza, también llamada “obesidad androide” aumenta el riesgo cardiovascular. Para prevenir este acaparamiento, el nutricionista puede complementar los planes alimentarios vigilados con alternativas farmacológicas orientadas a eliminar los lípidos, o bien suplementos dietarios que reducen la cantidad de grasas en personas físicamente activas. Es que hoy, más que nunca, mantenerse en forma es todo un desafío. De hecho, una investigación publicada en la revista Phisiology and Behavior señaló que el estilo de vida moderno se equipara a un “ambiente obesogénico”, ya que incluye la falta de sueño, alta exigencia, empleos sedentarios a causa de la tecnología y alta oferta de alimentos palatables. A su vez, agregó que pasar varias horas frente a la computadora y mirar televisión inducen a consumir alimentos sin que exista hambre.
Ante este contexto, se producen grandes desafíos tanto para el médico como el paciente, ya que el primero deberá elegir las herramientas precisas para que la persona pueda aprender hábitos saludables más allá de la carrera de obstáculos que se presentan y quien desea bajar de peso tiene que aprender a tener paciencia para elegir los alimentos y no comer lo que se tenga a mano, para realizar caminatas y para también dormir 8 horas diarias, ya que el sueño se relaciona con el equilibrio hormonal.http://www.docsalud.com/articulo/4769/por-qué-el-estrés-crónico-engorda.Por: Celina Abud
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